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¿Cuando llevar a un niño/a al Fonoaudiólogo?


 

Que un hijo no pueda ingresar a un colegio es una de las señales más comunes que llevan a los padres a consultar a un fonoaudiólogo. Esto ocurre, generalmente, a los tres años y medio, cuando el niño no habla o no se le entiende.

Por eso, es importante tener un control. Por ejemplo, si a los 18 meses no habla, aunque sea más regalón, necesita una evaluación. A lo mejor entiende todo, pero si no lo estimulan como corresponde, tendrá retraso en el lenguaje.

 

«Actualmente, los papás saben que el examen de admisión a los colegios es complicado y consultan antes, se ponen el parche antes de la herida. Están captando cada vez más temprano las dificultades en el lenguaje de sus hijos y preguntan al pediatra ante cualquier duda. Por esto, es importante hacerle caso a los papás cuando ellos presienten algo», explica Camila Torres, Fonoaudióloga de Pancurita.

 

La fonoaudióloga dice que falta reforzar a qué edad deberían consultar, lo que debe ser apenas la mamá o el entorno cercano tengan dudas: «Es mejor hacer una sobreevaluación antes de que atrasarse. El que diga papá, mamá o agua no quiere decir que ya habla, incluso muchas veces niños sordos tienen un balbuceo o salibaeo similar a los demás. También pasa que desde muy chicos dicen esas palabras básicas, pero después no avanzan, se quedan estancados y pueden olvidarlas. Los niños cada día deben ir incorporando y utilizando palabras nuevas».

 

Los trastornos del lenguaje o el habla, la respiración bucal, los problemas de deglución y las patologías que afectan la voz (estar ronco, disfónico o con la voz alterada) son los principales síntomas por lo que se necesita de la ayuda de un fonoaudiólogo, pero en este último caso, un otorrinolaringólogo debe evaluar las cuerdas vocales antes del tratamiento, porque el primero no puede trabajar sobre ellas si no sabe el diagnóstico.

 

Diagnóstico y tratamiento precoz son indispensables
A pesar de que cada vez hay mayor conciencia en los padres sobre este problema, existe un grupo que espera solucionarlo milagrosamente, o los llevan a pocas sesiones y terminan antes de tiempo, sin tomar en cuenta que tiene que ser un trabajo constante y en conjunto con el fonoaudiólogo, que implica trabajo en la casa y dedicación permanente.

 

La fonoaudióloga asegura que a veces los padres tienden a minimizar el trastorno, aunque familiares o cercanos les dicen que el niño tiene problemas. Lo hacen principalmente, porque si sus hijos tienen un trastorno, los van a estigmatizar y no piensan que es más fácil empezar un tratamiento antes que después.

 

Si bien es bueno llevar a los niños desde pequeños para corregir el problema, tampoco se les puede exigir algo que no corresponde a su edad. Por eso hay que analizar cada caso.

 

«Siempre a un niño lo deriva un pediatra, neurólogo, otorrino o psiquiatra infantil, y lo importante es con qué criterio él lo evalúa. Según eso, con algunos hay que empezar precozmente y a otros se les deja solos, pero hay que reevaluarlos a cierta edad, cuando deberían cumplir con ciertos hitos del desarrollo. Por ejemplo, puede faltarles sólo un poco de estimulación, lo que se puede solucionar en el jardín infantil o con pautas de trabajo que apliquen los padres».

 

– ¿Qué consecuencias en el lenguaje tiene retrasar este tratamiento?
Lo primero es hacer un diagnóstico adecuado con el médico tratante. No se saca nada con mandarlos a todos al fonoaudiólogo si no hay un diagnóstico previo que avale que el tratamiento que se está realizando corresponda al diagnóstico para seguir adelante. Por ejemplo, si es sordo porque tiene líquido en el oído o adenoides grandes, pueden estar años en el fonoaudiólogo y nadie se ha dado cuenta del problema original. Entonces, progresan lento y el niño y los padres se aburren.

 

Puede desfasarse el tratamiento, se hacen más sesiones, es más caro y baja la autoestima del niño porque no habla bien. Disminuyen los niveles de atención, de aprendizaje y de motivación porque tiene problemas para interactuar y se siente disminuido en la relación con su medio.

 

– ¿Hay secuelas físicas que se dan por el retraso en el tratamiento?
Cuando un niño tiene hipertrofia adenoamigdaliana y respiración bucal, el tratamiento, además de ser quirúrgico, debe concluir con una reeducación respiratoria para incentivar la respiración nasal, ya que ser respirador bucal, cualquiera sea su causa, puede llevar a alteraciones posturales, bucales y especialmente, en la mordida que requieran un tratamiento posterior con un ortodoncista.

 

También podemos mencionar que una disfonía músculo-tensional tratada adecuada y oportunamente, incluso sólo con indicaciones como higiene vocal (no imitar voces por ejemplo) y ciertas medidas a seguir por los padres, puede evitar que su patología desencadene en nódulos vocales.

 

Para hablar bien
El tratamiento que realiza un fonoaudiólogo consiste en una secuencia realizada para cada letra para facilitar la producción de ésta. Son ejercicios facilitatorios, de la articulación (pronunciación) y de repetir palabras y hacer oraciones.

 

«La duración del tratamiento depende de cada niño, pero tratamos de hacer la menor cantidad de sesiones posible. Primero, se le nivela de acuerdo con su edad y, según eso, se determina el número de sesiones. Por ejemplo, una dislalia de «R», es decir, que le cueste pronunciar esa letra, requiere de seis a ocho sesiones; mientras que si el problema es con la «S», son entre cuatro y seis.

 

Además, una vez a la semana se entrega un cuaderno con ejercicios que deben realizarse todos los días (una vez por día) para aprovechar el tratamiento y generalizar todas las conductas nuevas aprendidas. Por eso es indispensable la participación y compromiso de los padres.

 

 ¿Un adulto al fonoaudiólogo?
La alteraciones vocales en un adulto pueden ser de importancia y requerir de diagnóstico y tratamiento médico y/o quirúrgico, como en los casos de nódulos vocales, pólipos, papilomas o, incluso, neoplasias (cáncer) de cuerdas vocales. Sin embargo, cuando llegan espontáneamente al fonoaudiólogo, son profesionales de mediana edad que quieren hacer discursos y darse a entender, por problemas vocales y de articulación, por ejemplo, por la necesidad de convencer a clientes. A veces, son personas que tuvieron problemas en la infancia y que no fueron tratados y adquirieron malos hábitos vocales.

 

«Aunque las dificultades son mínimas, pueden obstaculizarles ascender en el trabajo. Para esto se les puede hacer clases de impostación vocal o técnicas para tener mayor volumen vocal con menor esfuerzo, o mejorar la dicción».

Tabla de logros vocales

I) HABLA
– Ritmo:
Entre los 3 y 4 años es normal presentar pequeños bloqueos, los que no deben hacerse conscientes al menor. Pero después de los cuatro años, hay que consultar.
– Articulación:
De 6 meses a un año y 6 meses: m, n, p (No olvidar que las primeras palabras de un niño son mamá y papá)
De un año y siete meses a dos años 6 meses: t, k, ch, ñ, b
De dos años y siete meses a tres años 6 meses: y, g, f, x, l, d, s, r
De tres años y siete meses a cuatro años 6 meses: rr (ratón)

 

II) LENGUAJE
– Fonológico:
– De tres años deben manejar palabras bisilábicas (pato), trisilábicas (botella) y dífonos vocálicos (dos vocales seguidas en una misma sílaba: auto)
– De cuatro años deben manejar dífonos consonánticos (2 consonantes en una sílaba siendo la segunda una l o r: planta y profesor)
– De cinco años deben manejar palabras de cuatro o más sílabas (carabinero o mariposa)
– De seis años deben manejar palabras trabantes (dos consonantes seguidas entre sílabas, como objeto o torta)
– Semántico:
– Desde los tres años se les exige que identifiquen objetos por uso y nominen elementos básicos. Por ejemplo: «¿Qué te sirve para cortar?, una tijera»
– Desde los cuatro años seis meses deben definir de acuerdo a categorías. Por ejemplo: «¿Qué es un perro?, un animal»

 

III) MORFOSINTÁCTICO
– Desde los tres a cuatro años tienen que decir frases simples (El perro salta)
– Desde los cuatro a cinco, frases con dos o más elementos de mediana complejidad (Ana fue al jardín con su gatito)
– Desde los cinco a seis años, frases de tres elementos o más complejas (El mono que está dentro de mi jaula se comió mi maní)

 

De este modo, participa en el equipo multidisciplinario de nuestro centro pediátrico.

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